Día 2
Check List: Día a la orilla del río
- Mirador de la Plaza del Comercio
- Torre de Belém
- Monumento a los Descubridores
- Monasterio de los Jerónimos
- Pastelillo de Belém
Antes de iniciar el recorrido hay que ponerse en el mood correspondiente. En portugués existe una palabra que en español no tiene simil: SOUDADE.
Se refiere a un setimiento de añoranza en relación con la soledad. Nostalgia por lo que ya pasó y no volverá, y melancolía por lo que nunca sucederá. Es una emoción llena de ausencia.
Es doliente y muy existencial. Romántica en tono azúl.
Los portgueses saben sentirla. Su poesía y literatura esta llena de SOUDADE. Aunque es tendiente a lo triste, también tiene algo de esperanzado. Su tiempo no pertenece sólo al pasado sino que se refiere también al futuro.
Identifico esta emoción con el concepto del viaje.Despedirse, añorar en la distancia y saber que nunca se volverá al -mismo sitio- después de un largo camino.
Lisboa palpita este sentimiento.
Su música tradicional, EL FADO, refleja el temperamento de Lisboa. FADO literalmente significa DESTINO y esta estrechamente relacionado con el SOUDADE.
Es profundo e intenso. Consciente de la condición humana. Exitencial. Desgarrado.
Aunque ésta música se origina en Alfama y Mouraira en realidad siempre mira al río. El magnánimo río Tajo desde donde nace Lisboa. Desde donde los descubridores del mundo y los viajeros partieron.
El río Tajo que le recibe a uno y que también le despide. El que les ha dado todo y también se los ha arrebatado.
Este fado lo define a él como -el testigo- "é a testemunha do que eu sei dizer". Es verdad, aunque Lisboa ha tenido que reconstruirse en varios momentos de su historia y ha dejado ir a muchos de sus hijos hacia el mar el río permaence constante como esperando y diciendo adiós.
Es claro cuando la letra de este Fado dice: "a la ciudad la llaman Lisboa, pero es sólo el río lo que es verdadero, sólo el río que es nuestra casa de agua".
El segundo ejemplo, también dedicado al Tajo, recuerda al río como referencia de los días vividos en Lisboa: "Revivo a alegria do tempo em que via no rio a passar, e recuerdo de tardes perdidas que nunca olvidaré..."
El Tajo es la metáfora del SOUDADE: agua dúlce y agua salada.
Inicia aquí el recorrido: Desde la Plaza del Comercio, la pueta de Lisboa. Frente al Tajo aquí comienza la Ciudad que siempre mira a su río. Las personas sientan en la orilla para conversar y sentir la brisa fresca en la cara. La vista es espectacular: el ancho caudal del Tajo con su enorme puente "24 de abril", idéntico al puente Golden Gate de San Francisco, y al fondo el Cristo Rey de 110 metros de altura, réplica del Cristo Redentor de Río de Janeiro Brasil. Desde aquí se ve diminuto abrazando la Ciudad.
Las guías turísticas dicen que el Cristo fué colocado como una manda del pueblo portugués porque pidió cristianamente no participar en la Segunda Guerra Mundial, cosa que sucedió.
La siguiente parada es a Torre de Belém.

Para llegar hasta aquí es necesario tomar el tranvía 15 en la Plaza del Comercio.
La torre de Belém es el símbolo de la Ciudad de Lisboa. Esta construcción recuerda que desde esta orilla del Río "se hicieron a la mar" los mareantes, o navegantes, entre los que figura Vasco
da Gama quien en 1497 inició un viaje de 2 años con el que descubrió la ruta marítima hasta la Indias, hecho que redistribuyó el poder en el mundo y la dimensión del mísmo en la conciencia de los europeos.
Tiene la forma de una torre de ajedrez. Fué construida como fortaleza para proteger la entrada al puerto. Aunque ahora esta a la orilla del río. En su momento estaba rodeada por las aguas. En 1500 La orilla del río se encontraba 1 kilometro más lejos de lo que esta ahora. Limitaba justo donde se levanta el Monasterio de los Jerónimos construido para conmemorar el felíz regreso del descubridor.
El estilo de la Torre es una mezcla entre lo bizantino, gótico y manuelino. Este último estilo propio de Portugal, que adquiere el nombre del monarca que mandó construir tan emblemáticos edificios en la era de los descubrimientos. Lo que caracteríza al estilo manuelino son los motivos marítimos. Cuerdas, núdos, brújulas y olas. En estas construcciones aparece siempre la figura de la "vírgen del buen regreso".
A partir de aquí se nota que -EL VIAJE- es un cocepto constante en Lisboa. El descubrimiento, la aventura, la nostalgia, el riesgo, la soledad, el mar y, si Dios quiere, "el felíz regreso" que siempre transforma.
Hay que caminar bajo el rayo directo del sol (en verano) por la orilla del Tajo para llegar a la siguiente parada: "El monumento a los descubrimientos". Éste fué construido hace poco más de 40 años en conmemoración del 5° centenario del príncipe Enrique el Navegante. Representa una carabela esculpida en piedra que va tripulada por: el propio Enrique el Navegante, Vasco da Gama, Diogo Cao, Fernando Magallanes, el poeta Luis de Camoes y el pintor Nuno de Goncalves que aparecen el la proa.
Es un bello monumento al viajero.
Se puede subir a un mirador que tiene para observar desde ahí el mosaico donado por Sudafrica que retrata las rutas de los descubrimientos, pero sinceramente no vale la pena. Todo se puede ver muy bien desde abajo.
Lo que sí vale la pena es tomarse un descanso y beber un poco de agua, o mejor: Coca-cola. Hay numerosos establecimientos de comida o refrigerios a la orilla del río. Todos a precio de "turista",
es decir caros, para quienes tienen prisa por verlo todo.
El querer vero todo es un vicio muy frecuente en los turistas. El viajero sabe que hay que tomarse su tiempo. Si al final faltó algo tendrá que volver, pero si lo ve todo de prisa no podrá recordar nada después.
Recomiendo la cafetería del Museo de Arte Regional. La colección que exhiben es de piezas en cerámica y mosaico de todas las regiones de Portugal. No es muy muy interesante y todo lo puedes encontrar a venta en el Corte Inglés. Pero la cafetería si es recomendable: fresca, de atención rápida (cosa que se agradece en Lisboa) y en un patio de corredores que da la sensación de sosiego.
La última parada corresponde al Monasterio de los Jerónimos impresionante construcción manuelina. Fué edificado en honor al descubrimiento de la ruta marítima hasta la India. Para poder levantar semejante estructura y con el reciente triunfo comercial para Portugal se cobraba un 5% sobre todos los ingresos derivados del comercio de especias en las colonias portuguesas que se encontraban en Äfrica y Oriente. El impuesto era conocido como "dinero de la pimienta".
Manuel I autor intelectual del monasterio decidió que este sería su lugar de descanso eterno. Cosa que se cumplió. Dentro esta su tumba con la de algunos de sus descendientes, además de la de Vasco da Gama.

Tumba del descubridor Vasco Da Gama
Cobran para entrar, pero los domingos es gratis. Si eres un fetichista, como yo, de observar la condición mortal y las formas de trascender del hombre: tienes que entrar a "saludar al navegante y al rey de la era de los descubrimientos. Si no es así puedes prescindir de ello. El espectáculo esta fuera.
Cerca de monasterio, esta la cafetería donde dicen que inventaron la receta del pastelillo típico del barrio y en donde siguen haciéndolo igual que entonces. La historia cuenta que las monjas del Convento de los Jerónimos son las creadoras de la receta, que un empresario brasileño compró en la revolución liberal de 1820. Desde entonces se venden en el mísmo luga" Casa Pasteis de Belem". El lugar le pertenece a los descendientes de dicho empresario Brasileiro. Se supone que es un receta secreta.
No esta mal probarlos en su casa de orígen, pero las filas son infinitas y terminan por fastidiar. A mí me gustó más el pastelito de Belén que me comí en el Corte Inglés.
Se trata de una especie de copita de hojaldre en la que vierten natilla azucarada.
Eso sí: Prohibido irse de Lisboa sin probarlas.
Aquí terminé mi día: Es verdad el río Tajo le regala a propios y a extraños "tardes perdidas que nunca se olvidan"